En este mundo, la figura solitaria caminando por un pasillo urbano iluminado y futurista refleja una sociedad que ha alcanzado el culmen de la seguridad, pero ha perdido su alma. El diseño estructural, preciso y ordenado, expresa el perfecto control, donde el orden sobrepasa la libertad individual. La falta de violencia y criminalidad se vuelve tan abrumadora que lo que alguna vez fue el impulso vital de la humanidad ha dado paso a una existencia gris y sin emociones, marcada por una baja natalidad y la ausencia de deseos.
Los imponentes rascacielos que dominan la escena, envueltos en niebla y luz tenue, representan el logro de una sociedad perfecta, donde los conflictos han quedado atrás, pero el vacío existencial se extiende en cada rincón. La geometría pulida de los edificios y el uso de luces frías simbolizan una prosperidad que, aunque tangible, no logra llenar el vacío emocional dejado por el abandono de las pasiones humanas. En este lugar, la depresión se ha convertido en la epidemia más común, pues todo es tan perfecto que deja de ser deseable.
La PERSONA que camina hacia el horizonte refleja a un ser humano atrapado entre la perfección y la vacuidad. Las líneas arquitectónicas que lo rodean indican la supremacía del control racional, donde las decisiones individuales se han reducido a lo mínimo, dejando poco espacio para la emoción o el deseo. Este es un mundo donde la guerra y el crimen ya no existen, pero la ausencia de estos elementos ha dado lugar a una nueva forma de sufrimiento: la desconexión. La sociedad vive sin caos, pero también sin pasión, haciendo que los logros alcanzados sean invisibles a aquellos que los han logrado.
